Promovido el Concurso de V edición de relatos cortos por la Unión de Arquitectos Peritos y Forenses de España (UAPFE). Presento este relato, que entre las 42 propuestas presentadas en la edición de este concurso, ha sido uno de los seleccionados para su publicacion: “Un crimen Profesional” por Damon Salvatore.


Todo transcurre con normalidad hasta que ve uno de sus trabajos robado. ¿Se puede hablar de aprovechamiento del trabajo? ¿O quizás de plagio? Edward Roark, un arquitecto apasionado y dedicado a su profesión nunca imaginó enfrentarse a una situación en la que le robarían su arduo trabajo. A pesar de la crisis económica que azotó al mundo, mantuvo la esperanza y siguió luchando por su sueño de convertirse en un arquitecto exitoso. Sin embargo, sus esperanzas se hicieron añicos cuando descubrió que uno de sus proyectos había sido plagiado.

El sentimiento de traición y frustración era abrumador. Había puesto su corazón y alma en ese proyecto, y ver a alguien atribuirse el mérito de su trabajo fue un duro golpe para su moral. Como arquitecto, conocía la importancia de la propiedad intelectual y el valor del trabajo duro.

El proyecto robado no solo afectó su credibilidad profesional sino también su estabilidad financiera, por lo que emprendería una larga lucha judicial. Fue un golpe bajo para Edward. A pesar del revés, Edward se negó a rendirse. Inició acciones legales contra los perpetradores y luchó duro para proteger sus derechos. Su determinación y resiliencia dieron sus frutos y se hizo justicia. El incidente abrió sus ojos a las duras realidades de la industria.

Capítulo 1. Los inicios de un sueño.

Edward Roark era un zagal con mucha pasión que anhelaba ver cumplido un sueño que le perseguía como una sombra desde que solo levantaba tres palmos del suelo: transformar la vida de las personas mediante la arquitectura. Los días fueron pasando, los sueños se fueron cumpliendo y consiguió terminar la carrera en la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Metrópoli. Ese día recordó cuando era un mocoso y unas lágrimas batallaron por asomarse a sus ojos.

Edward Roark pensó que ese era el día más feliz de su vida, sin embargo, el futuro le tenía reservada una bofetada de realidad. ¿Y ahora qué? Se preguntó Edward. La ilusión supuraba por cada uno de sus poros, al igual que el miedo, al iniciar la nueva etapa. Miedo a lo desconocido, miedo a alcanzar su sueño, miedo a la felicidad. Así pues, comenzó a trabajar en un despacho de arquitectos -él siempre decía que ese fue su “sexto curso”-, pero la vida parecía empeñada en torcerse.

Se iniciaba en 2008 una crisis inmobiliaria brutal que auguraba pocas esperanzas para poder ejercitar su carrera y prestar sus servicios, tal y como había soñado durante los años de estudio, y parecía vislumbrarse un futuro muy oscuro en el horizonte. Al poco tiempo de comenzar la crisis económica, a mediados de ese año, Edward recibe de la empresa donde trabajaba la lamentable noticia de que tiene que prescindir de sus servicios como consecuencia de la reducción del volumen de encargos.

Comienzan unos años duros, pero Edward no pierde la esperanza. A pesar de la dura realidad de la crisis económica, se niega a abandonar su sueño de convertirse en un arquitecto de éxito. Decide tomar el asunto en sus propias manos y comienza a trabajar en un proyecto personal que mostraría sus habilidades y creatividad. Derramó su corazón y su alma en su trabajo, decidido a convertirlo en un éxito y demostrarse a sí mismo y a los demás que era capaz de lograr sus objetivos.

Aunque el camino no fue fácil de recorrer, Edward se mantuvo firme en su determinación para superar los obstáculos. Pasó incontables horas estudiando detenidamente planos y diseños, trabajando incansablemente para perfeccionar cada detalle de su proyecto. Sabía que el éxito no estaba garantizado, pero se negó a rendirse sin luchar.

Con el paso del tiempo, el arduo trabajo y la perseverancia, los esfuerzos de Edward comenzaron a dar sus frutos. Su proyecto comenzó a ganar atención y reconocimiento, y pronto se encontró con nuevas oportunidades para trabajar en nuevos y emocionantes proyectos de arquitectura. Sabía que aún le quedaba un largo camino por recorrer, pero estaba más decidido que nunca a seguir persiguiendo sus sueños y a labrarse un nombre en el mundo de la arquitectura.

Capítulo 2. Sembrando el camino.

En su afán de superación, Edward configuró un plan estratégico para enriquecer sus conocimientos como arquitecto, y al mismo tiempo aumentar la visibilidad de su trabajo en el mercado a través de internet, con una web donde exponer sus trabajos. Para ello se sumergió en el mundo del SEO para poder indexarse y dar la mayor presencia posible a su firma en el universo de los portales y directorios web. A su vez, comenzó a formarse en materia de cálculo de instalaciones y estructuras, así como en el manejo de otras herramientas que le ayudaran a mostrar o visualizar en 3D sus ideas.

Simultáneamente se puso a trabajar en un concurso, como casi única salida para hacer proyectos en plena crisis del sector inmobiliario. El proyecto consistía en diseñar un edificio de uso terciario que no solo fuera estéticamente agradable, sino también sostenible y ecológico. Edward es conocedor de que eso es un desafío, pero está decidido a tener éxito y demostrar que la arquitectura puede ser bella y respetuosa con el medio ambiente.

Para conseguirlo, profundizó en la investigación y el desarrollo buscando los últimos materiales y tecnologías que pudieran utilizarse en la construcción del edificio y consultó con muchos expertos en el campo de la sostenibilidad y la construcción ecológica, incorporando sus ideas y sugerencias en su propio diseño. Finalmente, su propuesta quedó finalista pero no fue la adjudicataria. Pese a ello Edward continuó trabajando en otros concursos de arquitectura y fue consciente de que sus conocimientos y habilidades estaban creciendo exponencialmente. No solo estaba aprendiendo sobre diseño sostenible, sino también mejorando sus habilidades en áreas como la gestión de proyectos, la comunicación y la colaboración.

Se estaba convirtiendo en un arquitecto completo, capaz de manejar cualquier desafío que se le presentara, y a pesar de las dificultades, el deseo de Edward de sobresalir como arquitecto fue un poderoso motivador para enfrentarse a la una circunstancia desafiante, como fue la crisis económica derivada de la quiebra del sector inmobiliario. Y como premio a su lucha, su primer gran proyecto como arquitecto se produjo en 2009, en un encargo en el que pudo volcar todos sus conocimientos e ilusión, entregando un trabajo impresionante.

Se trataba de un edificio de apartamentos para alquiler en un municipio cercano al norte de Metrópoli, dentro de un casco urbano de tejido conservador y en un solar ocupado por un viejo restaurante, para lo cual propuso un edificio sencillo, pero con una estética rompedora en el entorno. La Propiedad, superando algunas preocupaciones iniciales, aprobó el diseño y con el proyecto consiguió reservar todas las viviendas, gracias a lo cual pudo afrontar la ejecución de la obra con plena garantía de éxito en su promoción.

Mientras tanto continuaba la crisis y Edward solo lograba captar algún cliente que otro, pero el mayor número de encargos consistía en la tramitación de expedientes de actividad para locales y alguno de legalización.

Fue en el año 2012 cuando Edward recibió su primer encargo para hacer una vivienda unifamiliar en un municipio cercano a la sierra de Metrópoli. Un proyecto que aceptó sin dudarlo y con los brazos abiertos, a pesar de la ajustada propuesta de honorarios que tuvo que hacer para que se aceptara por la Propiedad, pero ante una situación de mínimos y con encargos irregulares y de escasa importancia, no había más remedio que hacerlo así.

A Edward Roark lo que le importaba es abrirse camino creando una arquitectura identificativa y que llevara su ADN, para hacerse un sitio en sector. Derramó su corazón y alma en el proyecto, y fruto de sus esfuerzos se llegó a una solución final espectacular. Pero el viaje de Edward no estuvo exento de problemas y desafíos, enfrentando órdenes irregulares y, en algunos momentos, se encontró con el ánimo bajo mínimos.

Sin embargo, perseveró y continuó trabajando duro, sabiendo que el éxito estaba a la vuelta de la esquina, y que con las obras arquitectónicas ejecutadas su trabajo ganaría atención y empezaría a recoger sus frutos. Fue a partir del 2015 cuando cambió su suerte para bien, consiguiendo un encargo de una obra residencial de bastante entidad que le abriría las puertas a otras muchas, pero estaba muy lejos de pensar que ese camino le llevaría en una de ellas por un derrotero que jamás hubiera imaginado.

Capítulo 3. Saboreando una corta Gloria.

Se trataba de un proyecto en régimen de cooperativa de un número importante de viviendas unifamiliares en dos fases, pilotado por una prestigiosa gestora y situado en un municipio del Oeste de Metrópoli de gran demanda. Una obra que dentro del sector inmobiliario iba a coger cierta relevancia y empezaría a ser conocida.

El camino de aquel éxito tampoco fue nada fácil y estuvo lleno de desafíos, contratiempos y obstáculos, pero el tándem del increíble trabajo de la gestora acompañada en todo momento por un incansable Edward consiguió superar todas las dificultades. Como una bola de nieve empezaron a entrar encargos, y una conocida promotora de una capital de provincia al sur de Metrópoli, que se había fijado en el trabajo de Edward, le contrata para proyectar otra promoción de viviendas unifamiliares en un municipio cercano.

El éxito de los diseños permite vender sobre plano las viviendas, y pocos meses después, la misma promotora, le encarga un segundo complejo residencial. Parece que la suerte ha cambiado para Edward Roark, pero para bien.

Era una mañana de febrero de 2016 cuando el arquitecto, inmerso en su trabajo de una visita de obra, recibe la llamada de una nueva empresa promotora para la que llegaría a hacer trabajos muy importantes, no pudiendo imaginar entonces que aquella relación terminaría rematadamente mal descubriendo la verdadera cara del propietario de la empresa. La llamada era de Fran Myers, la mano derecha del promotor, emplazándole a una reunión para un posible encargo.

Mientras conducía hacia las oficinas de la promotora en un importante municipio al sur de Metrópoli, Edward no pudo evitar sentir un rayo de esperanza y autoestima. Este podría ser el comienzo de algo grande, algo que podría lanzar su carrera a nuevas alturas. Llegó al lugar de reunión, un edificio ciertamente elegante y moderno, y fue recibido por un hombre que exudaba poder y riqueza. Era Philip Goeth, el propietario de la afamada empresa promotora del sur de Metrópoli llamada Prohunsa. Philip Goeth junto a Fran Myers no perdieron tiempo y de inmediato ahondaron en los detalles de sus futuros proyectos. Hablaron de encargos de diversas obras, entre centros comerciales, hoteles y conjuntos residenciales.

Los ojos de Edward Roark se agrandaron mientras escuchaba, asombrado por la magnitud de los proyectos. El promotor explicó que quería diseños únicos e innovadores que destacaran del resto, y creía que Edward era el hombre para el trabajo.

Durante las siguientes semanas, Edward trabajó incansablemente en el proyecto debut, volcando en el toda su creatividad y saber hacer. Se lo presentó a Philip Goeth, que quedó impresionado, e inmediatamente se formalizó el encargo de lo que sería un primer proyecto, una promoción de 20 viviendas unifamiliares en el municipio de origen de Prohunsa. Fue tal éxito del diseño y del inicio del proceso comercial, que la promotora, le encargó simultáneamente otros dos proyectos residenciales.

Un edificio de 16 viviendas en bloque abierto y un conjunto residencial de 13 viviendas unifamiliares en un municipio de prestigio y de mayor renta per cápita del país del oeste de Metrópoli. El corazón de Edward se llenó de orgullo, finalmente lo había logrado. Tenía en su cartera de clientes a dos poderosas promotoras y a una conocida gestora de cooperativas, aparte de algún que otro cliente particular.

A partir de julio de 2017, instalado como inquilino a petición de la promotora en las propias oficinas de Prohunsa, porque el nuevo estudio de Edward estaba en un edificio en construcción, Philip Goeth le pidió que emprendiera el diseño de otro proyecto: un edificio de 96 viviendas en altura que sería la pieza central de la ciudad.

Edward aceptó el encargo sin acordar previamente los honorarios ni formalizar el contrato por escrito, ya que dada la confianza existente entre las partes no pensó que hiciera falta antes de aprobar el diseño. Edward Roark, con su equipo de arquitectos contratados, comenzó felizmente los trabajos de redacción del importante anteproyecto, informando personalmente de los avances del trabajo al promotor, al que veía casi todos los días, pasándole la información y los datos del desarrollo en formato papel. Sin embargo, esta felicidad duraría poco, con este cuarto y último proyecto que le encargaría ese cliente.

Capítulo 4. Una tremenda decepción.

Tras unas primeras semanas de simpatía y consideración, la actitud del Philip Goeth hacia Edward fue cambiando poco a poco, transformándose la amabilidad y el respeto en condescendencia, sobre todo en presencia de los empleados de Edward en la zona que ocupaban de sus oficinas, y con el paso del tiempo, las intenciones del promotor quedaron claras: estaba tratando de utilizar el diseño de Edward para obtener una ventaja competitiva sobre otros desarrolladores de la zona.

Sin embargo, las cosas rápidamente comenzaron a ir mal. No fue fácil trabajar con Philip Goeth en las promociones en marcha y quedó claro desde el principio que el promotor tenía su propia agenda, tratando al arquitecto como un empleado más. Sus demandas eran escandalosas, y siguió presionando más y más con exigencias absurdas y fuera de lugar.

A finales del año 2018 cuando ya estaba bastante avanzado el anteproyecto del edificio de 96 viviendas, Edward trasladó su despacho y equipo al lugar donde había planificado montarlo, cesando como inquilino de Prohunsa, y aquello supuso un punto de inflexión en el tema del anteproyecto, porque no volvió a saber más de él, a excepción de informaciones de terceras personas que con el tiempo le trasladaron que Prohunsa estaba mirando otros estudios de arquitectura para contratar el proyecto.

La obra de arquitectura en cuestión era un gran diseño en el que había puesto su corazón y su alma. Pasó horas y horas dibujando y perfeccionando cada detalle, asegurándose de que no solo fuera visualmente impresionante sino también estructuralmente sólido.

Era un proyecto del que estaba orgulloso, una verdadera obra maestra. Sin embargo, su orgullo pronto se convirtió en desesperación cuando se dio cuenta de que la empresa en la que había confiado le había traicionado. El promotor le había engañado, haciéndole creer que el proyecto era suyo y que sería quien lo llevara a cabo y estaba hablando con otros estudios de arquitectura, y buscando a alguien que terminara lo que Edward había comenzado. Fue una puñalada en la espalda, una traición que le dejó enojado y herido.

¿Cómo pueden hacerme esto después del tiempo y el esfuerzo puesto en el proyecto? ¿Cómo tienen la audacia de quitármelo sin siquiera tener la cortesía de avisarme?Como artista entiendo que las ideas están para compartirlas y que la colaboración es fundamental, pero son propias e inviolables.

Edward sentía una doble sensación, de hazaña y de traición. Había conseguido la confianza del promotor y sentía que esa persona se aprovechaba de él. Quedó claro, que Philip Goeth no era trigo limpio. Ante los rumores de intervención de terceras personas con respecto al proyecto de las 96 viviendas, Edward decide visar el anteproyecto en el Colegio Oficial de Arquitectos de Metrópoli, para que de ese modo el proyecto quedara registrado y “protegido” cautelarmente en cuanto a su autoría en el documento visado con fecha 28 de febrero de 2019, y desde luego no se equivocó, ya que tiempo después pudo comprobar que sus sospechas se hicieron realidad.

Dado que durante la redacción del trabajo registrado la relación profesional diaria entre Edward Roark y Philip Goeth se producía en el interior de las oficinas de este último, Edward solo disponía de algunos e-mails que demostraban la existencia de la contratación y encargo verbal del proyecto, que ciertamente se produjo, y de la cual, además del trabajo visado, tenía múltiples testigos. Fue pasados unos meses, ya en el mes de mayo de 2019, cuando un día navegando por un conocido portal de anuncios inmobiliarios, Edward se queda petrificado y con una tremenda decepción.

Se topa con un anuncio de una promoción de viviendas que era una copia casi exacta de su proyecto. “Esto debe ser una broma” pensó mientras parpadeaba, comprobando que la información proporcionada en el anuncio coincidía con el lugar de la promoción y con el nombre de la promotora. Pero no, ¡era real! Se restregó los ojos con las manos sin poder creerlo, ¡era su proyecto!, el mismo trabajo en el que había puesto su corazón y su alma, que… ¡había sido copiado! Sintiéndose engañado y traicionado, Edward Roark no sabía qué hacer.

No podía creer que alguien tuviera la audacia de copiar su proyecto y hacerlo pasar por propio. Al profundizar en los planos publicados, descubrió que los pisos del tipo de vivienda que se mostraba en el anuncio eran exactamente iguales a los propuestos en su proyecto. Esto no puede ser una coincidencia, pensó. Una serie de preguntas inundaron su mente.

¿Cómo puede pasar esto teniendo el proyecto registrado en la misma parcela y a nombre del mismo promotor? Se supone que el Colegio de Arquitectos debió detectar la interferencia del proyecto registrado con otro proyecto entrante, ¿no?

Capítulo 5. El comienzo de una pesadilla a causa de una denuncia.

Una vez superado el primer momento de angustia y haber asimilado que la promoción de las 96 viviendas seguía adelante con unas imágenes comerciales de un proyecto que parecía calcado a su anteproyecto, y al no haber cobrado los honorarios del trabajo realizado, ni haberle sido solicitada ninguna autorización para utilizar y continuar el proyecto sobre los trabajos realizados, Edward  requirió a Prohunsa una explicación, y, ante su negativa de dársela, no tuvo más remedio que poner los hechos en conocimiento del Colegio de Arquitectos de Metrópoli mediante una carta remitida telemáticamente en julio de 2019, a fin de defender su trabajo y su autoría sobre el mismo.

Sin embargo, la carta de Edward Roark al Colegio de Arquitectos parecía haber abierto una lata de gusanos.

El Colegio, tras la evaluación e investigación correspondiente, descubrió que existía una superposición de los dos proyectos en la misma propiedad catastral y reconoció que el sistema había fallado, decidiendo el trasladado de la carta de reclamación de la autoría a la Comisión de Control. Con motivo del asunto, el Colegio de Arquitectos tuvo que repensar y revisar su sistema de control para garantizar que una cosa así no volviera a ocurrir. La superposición de dos proyectos en un mismo inmueble catastral había supuesto una pesadilla para Edward, el arquitecto colegiado, y el proceso de evaluación e investigación había revelado no sólo una posible infracción deontológica sino también la presencia de un posible plagio.

El acuerdo de la Comisión de Control se produjo en enero de 2021, notificando por correo certificado a Edward Roark y al arquitecto colegiado que había visado el proyecto publicitado, Joseph Inmundo, indicando que se había cometido una posible infracción deontológica y elevando a la Junta Rectora de la documentación analizada, ante la detección de presuntos indicios de plagio. Edward es una persona deportista y se refugia en el gimnasio el poco tiempo libre que le queda, lo cual le permite desintoxicarse de todo el estrés mental del día. No tardó mucho tiempo en ponerse en contacto por teléfono el supuesto arquitecto plagiador, cuando Edward se encontraba una tarde en pleno entrenamiento. -Suena el móvil, y lo atiende:

¿Sí? 

  • Hola, ¿Edward Roark?
  • Si, el mismo ¿Quién es?
  • Soy Joseph Inmundo.
  • ¿Quien?
  • Joseph Inmundo, El arquitecto que ha sido notificado por el COLEGIO DE ARQUITECTOS con respecto a un proyecto de las 96 viviendas
  • Ah, sí dime.
  • Bueno quería hablar contigo para aclarar este asunto, ya que no entiendo bien el porqué de la denuncia.
  • O sea, ¿no entiendes bien que un edificio de esa envergadura coincida con mi proyecto en prácticamente todo, aparte de la estética exterior?, ¿es eso?
  • Ese proyecto lo he iniciado desde cero, siguiendo las premisas del promotor y cualquier parecido con otro es pura coincidencia.
  • ¿Me estás diciendo que, de las decenas de soluciones posibles para ese proyecto, has coincidido exactamente en la misma organización de las piezas y tipologías de viviendas, los mismos núcleos de comunicación verticales en número y situación, los mismos huecos de paso de instalaciones, y los mismos materiales o acabados en fachada?
  • ¿Crees que todo eso solo se te puede ocurrir a ti?
  • Bueno, como arquitecto entiendo la posibilidad de coincidencias en los proyectos. Sin embargo, debo recordarte que el COLEGIO DE ARQUITECTOS se toma muy en serio el plagio y la propiedad intelectual y espero que entiendan mi preocupación por las similitudes en nuestros proyectos. Digo que son muchas variables para coincidir en un 99% en un mismo trabajo.
  • Bueno entonces, ¿vas a seguir adelante con la denuncia?
  • Si, y espero que esta conversación te sirva de recordatorio para que seas más consciente de tus acciones y relaciones en nuestro sector. En cuanto a la queja del COLEGIO DE ARQUITECTOS, dejaré que ellos se encarguen del asunto y espero una resolución justa. En cualquier caso, gracias por tomarte el tiempo de hablar conmigo.

(Se produce un rotundo silencio y el corte de la comunicación por parte de Joseph Inmundo, dejando a Edward con el teléfono pegado a la oreja).

Ese fue el detonante para que tanto la vida profesional como personal de Edward Roark comenzara a ser una pesadilla. No pasaron veinticuatro horas, cuando Philip Goeth llamó a Edward Roark para pedirle explicaciones de lo que estaba sucediendo. La voz de Philip Goeth era tensa, con tono agresivo, exigiendo una explicación por las acciones de Edward, acusándolo de traicionarlo a él y a su nuevo arquitecto Joseph Inmundo. Edward queda desconcertado por el repentino giro de los acontecimientos.

No tenía idea de que su decisión de presentar una denuncia contra Joseph Inmundo ante el Colegio de Arquitectos de Metrópoli provocaría este tipo de reacción en el promotor. Mientras Philip Goeth continúa reprendiéndolo, Edward intenta razonar con él. Le pide que se calme y piense en lo que está diciendo. Pero el promotor está demasiado cegado por su soberbia para escuchar. Considera las acciones de Edward como un ataque personal y una amenaza a su reputación. No es la primera vez que Edward vive relaciones peligrosas en su vida profesional.

Sabe lo feroz que puede ser la industria de la arquitectura y lo rápido que las alianzas pueden convertirse en hostilidad. Pero esta vez, lo que está en juego parece ser más importante que nunca. Las amenazas de Philip de llevarlo a los tribunales no son un farol si Edward no cede a sus pretensiones. La conversación acabó en un tono un tanto agresivo y algo déspota por parte del promotor dejando a Edward con una sensación de muy mal sabor de boca.

Un par de horas después de esa “acalorada” conversación, Edward recibe otra llamada desde Prohunsa, esta vez es de Fran Myers, que, con voz serena, le propone una reunión para intentar llegar a un acuerdo y solucionar de ese modo el asunto. Edward acepta, y está abierto a dialogar, y lo único que le pide a Fran Myers es tenerla en su despacho y no en las oficias de Prohunsa, y este accede, ya que se le ve con la urgencia de que el tema pueda afectar a la promoción de las viviendas en pleno proceso de comercialización.

Esa misma tarde se produce la reunión el estudio de Edward Roark, pero Myers, en nombre de la promotora, le solicita reiteradamente y de muy malas formas que retire la denuncia ante el Colegio, bajo la amenaza de que de no hacerlo le rescindirá los contratos de las dos promociones todavía en curso de ejecución.

La situación empeoraba para Edward, mientras la amenaza de la rescisión contractual con Prohunsa flotaba sobre su cabeza como una nube oscura. No tenía intención de renunciar a sus derechos de propiedad intelectual sobre el proyecto de 96 viviendas, ya que los trabajos eran originales y realizados a petición de Prohunsa, y menos aún sometido a un chantaje, así que esa fue la respuesta de Edward: no iba a aceptar ningún chantaje para retirar la denuncia. Y terminó la reunión.

Edward entendió que Prohunsa estaba recurriendo al chantaje para salirse con la suya y el tema era una pesadilla de la que deseaba poder despertar. Había dedicado su tiempo y creatividad al proyecto y lo único que quería era un reconocimiento y una compensación justa por su trabajo. No podía creer que una empresa de renombre como Prohunsa cayera tan bajo para silenciarlo. Con el paso de las horas, Edward sintió que el peso de la situación pesaba sobre él. Estaba preocupado por lo que le depararía el futuro, tanto a nivel profesional como económico.

Sin embargo, se mantuvo firme en su determinación de no ceder ante las amenazas y tácticas de chantaje del promotor. Edward Roark es diferente, es un lobo solitario que busca crear algo que sea exclusivamente suyo y no para el beneficio de otros aprovechados. Su creatividad es su fuerza motriz y la mantiene por encima de todo. No busca la aprobación de los demás ni obtiene su validación de ellos. En cambio, su verdad es lo único que lo motiva y le persigue con inquebrantable honestidad.

Cumpliendo sus amenazas, Prohunsa siguió adelante con la rescisión contractual de manera unilateral. Al día siguiente de la corta reunión, llegó al despacho un burofax, rescindiendo toda relación contractual con la promotora sin explicar las razones y solicitando el cese de Edward en las correspondientes direcciones de obra. Este movimiento dejó a Edward con un perjuicio económico con el que no contaba ya que no le pagaron los trabajos pendientes con la empresa, teniendo que iniciar al cabo de un tiempo un procedimiento judicial.

Edward Roark pone el asunto en manos de un despacho de abogados de cierto prestigio de Metrópoli, especializado en protección de propiedad intelectual, para en principio llevar a cabo la demanda por impago de la promotora. Mientras tanto, se producen unas resoluciones de la Comisión de Deontología y de la Junta de Gobierno del Colegio de Arquitectos negando el plagio o aprovechamiento de un trabajo que a ojos de cualquier profano son dos como gotas de agua, y ello con la única excusa de que no había pruebas de la relación contractual de Edward Roark con Prohunsa.

Aparte de eso, increíblemente, el promotor contesta a la demanda de Edward con una demanda de reconvención, inventándose una serie de problemas en las obras en las que rescinde el contrato de Dirección, y con un montaje para desacreditarle profesionalmente y manchar su reputación, además de intentar ahorrarse el pago de las cantidades debidas y encima de sacar un beneficio económico como consecuencia de las indemnizaciones que pide por los supuestos problemas. Esa reconvención supone un gran inconveniente, ya que además de desagradable, obliga a posponer la intención del bufete de iniciar la defensa ante los tribunales de la autoría del trabajo que da origen al conflicto, al menos hasta después del juicio.

Capitulo 6. Sobre las resoluciones de la Comisión de Deontología y de la Junta de Gobierno del Colegio de Arquitectos.

Desde que la promotora conoció la denuncia ante el Colegio de Arquitectos, Edward solo recibió de ella presiones y amenazas para que renunciase a sus derechos de propiedad intelectual sobre ese anteproyecto. Y la rescisión contractual que finalmente se llevó a cabo -en clara represalia por la denuncia-, y como respuesta a la reclamación de pago de las cantidades debidas por el promotor tras la rescisión, así como la absurda e injusta demanda de reconvención exigiendo encima indemnizaciones, no solo ha provocado en el arquitecto un grave perjuicio económico, sino además personal.

Además, Edward nunca ha logrado entender como la Comisión de Deontología del Colegio de Arquitectos no observó similitudes en los proyectos y por tanto aprovechamiento de un trabajo ajeno, y el Comité de Recursos sí observó similitudes, pero negó la evidencia de plagio o como mínimo de aprovechamiento del trabajo con la única excusa de que no había pruebas de la relación contractual de Edward Roark con Prohunsa. Edward no podía comprenderlo.

Su relación profesional con el cliente era evidente, e incluso había permanecido en la sede de la promotora durante la elaboración del proyecto. Sin embargo, la Comisión optó por ignorar todo eso y basó su decisión en el hecho de que no había un contrato formal por escrito. El mundo de Edward se había derrumbado y no podía creerlo.

A pesar de las resoluciones de ambas Comisiones, Edward Roark no pudo evitar sentir un profundo sentimiento de desesperación e incertidumbre sobre el futuro de su proyecto. Había puesto su corazón y alma en ello, volcando toda su creatividad y experiencia para crear algo único e innovador. Y, sin embargo, su visión estaba siendo descartada y considerada poco original por las mismas personas que esperaba que le apoyaran y apreciaran su trabajo. Pero Edward se negó más que nunca a rendirse en su lucha por la justicia. Sabía que el proceso judicial sería un proceso largo y arduo, pero estaba decidido a llevarlo hasta el final.

Capítulo 7. Un soplo de aire fresco.

Pasa el tiempo, y Edward Roark sigue trabajando incansable en nuevos proyectos en los que pone su empeño en convertir cada uno de ellos en una obra única, en su buque insignia. Se refugia en su trabajo, que es lo que le distrae y no le hace pensar en los problemas ajenos a su actividad creadora. Y un año y medio después del varapalo y decepción del Colegio de Arquitectos, se celebra la vista del juicio por la reclamación de cantidades y de su correspondiente demanda de reconvención.

Para preparar dicho juicio, Edward había acudido al auxilio de un maravilloso compañero, arquitecto y perito, Andy Turing, con el que había analizado los dos proyectos cuyas direcciones de obra fueron resueltas, su desarrollo en obra, las reclamaciones de la promotora y su clara improcedencia, realizándose un informe pericial claro e irrefutable.

Edward Roark no fue citado a la vista, pero sí una serie de testigos y los peritos arquitectos de ambas partes. La incertidumbre y miedo le asaltan y aunque no se encuentre en la sala permanece pendiente al teléfono, pero pasan las horas y no obtiene noticias. De pronto entra una llamada, comprueba en la pantalla del móvil que es la esperada, el corazón se le agita a mil por hora.

Es su abogado, que le tranquiliza por que le cuenta que todo lo ha visto con muy buena sintonía y sobre todo le relata la impecable actuación de su perito en defensa de su informe, respondiendo clara y favorablemente a todas las preguntas de su Señoría, renunciando el abogado de la parte contraria a repreguntar, ante la evidencia de encontrarse con respuestas que no le iban a gustar.

Pero lo que no esperaba Edward, es que a las pocas semanas le darían una inmensa alegría: Se desestima la demanda de reconvención, se estiman todas las peticiones del demandante, es decir de Edward, y se condena en costas a la promotora apreciando mala fe. Un subidón de confianza en la JUSTICIA con mayúsculas.

La victoria en ese primer pleito le supone un soplo de aire fresco, una sensación renovada de esperanza y confianza en su trabajo. En un mundo en el que el pez grande se come al pequeño, en el que el más fuerte puede aplastar al débil, Edward Roark no se rinde, y en su afán de defender el honor de su profesión, es ahora cuando se siente fuerte para emprender la parte esperada, la que demuestre que su arduo trabajo y dedicación a su oficio son legítimamente reconocidos. Pero esto ya es otra historia, que aún Dios no la ha escrito y habrá de ser contada.


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